martes, 9 de octubre de 2007

comando norte

El Comando del Norte, engulle a México La relación militar de Estados Unidos con México afirmó su supremacía geopolítica a través del NorthCom. Al tiempo en que somete a su aliado militar a la devastadora globalización, considera como blanco enemigo a quienes traspasan su frontera Nydia Egremy La integración de facto de México al Comando del Norte (NorthCom), desde el año 2002, constituye un secreto total del gobierno mexicano. Cuatro años después y a sólo unos días del relevo presidencial en México, se ignora qué actividades realizan el Ejército y la Marina mexicanas en esa coalición trinacional y el rol que desempeñará Felipe Calderón, como comandante supremo de las fuerzas armadas del país. El Senado de la República denunció en su momento, la falta de información sobre el alcance y compromisos que adquirió el ejecutivo federal con el gobierno estadounidense en este rubro. El Comando del Norte es una estructura castrense que se anunció formalmente en octubre del 2002, y domina el espacio geopolítico de Canadá, Estados Unidos y México, a través de la coordinación de fuerzas de aire, tierra y mar para el intercambio de información e inteligencia. En abril del 2002, los senadores de los tres partidos con mayor representación en la Cámara, coincidieron en que desconocían que México era parte del Comando del Norte. El Partido Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), coincidieron en que ignoraban todo lo que “implica la creación de un bloque militar en el que efectivos norteamericanos estarían actuando en litorales y territorio nacional, con el fin de apoyar en situaciones de desastres naturales, ataques contra Norteamérica y asuntos civiles de alta gravedad en México”. En esa ocasión, Diego Fernández de Cevallos, líder de la fracción panista, expresó que los senadores debían conocer “lo que quiere decir Estados Unidos con este proyecto, para así analizar la envergadura y alcances del proyecto, para que después la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) emita su opinión y terminen los rumores." Lo secundó siguió el priísta, Germán Sierra Sánchez, quien denunció que los senadores solicitaron información específica a la Presidencia “y no tenemos nada; queremos saber la participación de agentes de migración norteamericanos en aeropuertos y puertos nacionales. Lo que conocemos es por la página web de la Casa Blanca y los medios". La respuesta a las inquietudes de los parlamentarios mexicanos provino el 14 de abril de 2002, de Jefrrey Davidow, a la sazón embajador de Estados Unidos en México. El diplomático admitió: “varios legisladores expresaron preocupación con respecto a la próxima creación de una nueva entidad militar, conocida como el Comando Militar del Norte (Northern Command), indicando que crearía una situación en que las Fuerzas Armadas mexicanas estarían bajo el mando de un gobierno extranjero. “Obviamente, el gobierno de Estados Unidos no tiene la intención de que eso suceda”, señaló entonces el representante del Departamento de Estado. Davidow afirmó que la adhesión a este cuerpo no significaría cambio en el reconocimiento de la soberanía de México y de Canadá por Estados Unidos, y agregó que era una decisión interna de las Fuerzas Armadas estadounidenses, “tras las nuevas circunstancias creadas por los ataques terroristas del 11 de septiembre, al igual que a la necesidad de reestructurar nuestra organización militar”. Por ello, y “en un esfuerzo de aclarar las cosas donde existe confusión”, el estadounidense negó que esa nueva estructura amenazara a la soberanía o independencia de México. Negó también el diplomático, que el establecimiento del Comando Militar del Norte, no significaría la subordinación de las fuerzas militares mexicanas a un comando militar estadounidense. Abundó, “los muchos contactos entre los militares de Estados Unidos y de México –por ejemplo, la venta de equipo e intercambio de personal en programas de capacitación– se manejarán por este comando como entidad de enlace”, a diferencia de lo que ocurría entonces, cuando esos contactos y acciones se manejaban por varias oficinas militares en Estados Unidos. El representante en México del presidente George Walker Bush, también envió un mensaje al Ejército mexicano. “De ninguna manera alterará las relaciones respetuosas que existen entre las Fuerzas Armadas de nuestros dos países; aumentará la eficiencia y los esfuerzos de cooperación entre nuestras Fuerzas Armadas. Es más, al tratarse simplemente de un cambio en la organización militar interna de Estados Unidos, no implica ningún acuerdo u obligación de parte de ninguno de los dos gobiernos”. Con ese discurso, el embajador de Estados Unidos, se anticipó un mes a la inquietud que manifestaron en Mont Tremblant, Québec, los senadores Silvia Hernández (PRI) y Marcos Carlos Cruz Martínez (PRD), en el marco de la XII Reunión Interparlamentaria México-Canadá. El 11 de mayo del 2002, Silvia Hernández, presidenta de la delegación mexicana, urgió a los Congresos de Canadá y México a tener información suficiente respecto del Comando Norte, “pues de otra manera las preguntas crecerán cada vez más; hay que evitar la ausencia de información que genera malos entendidos, sospechas que pueden estar infundadas, y al final, la imposibilidad de hacer un análisis objetivo al respecto”. La parlamentaria priísta reveló que los congresistas canadienses tampoco tenían información respecto del tema. Aseguró que México debía valorar el significado del Comando del Norte, “, porque esa vigilancia y seguridad que supuestamente ellos van a dar, van mas allá de las fronteras de Estados Unidos”. Admitió que era un tema “bastante inquietante”, por la desproporción militar de México y Canadá con respecto a la superpotencia, que dedica miles de millones de dólares para su presupuesto militar. En Mont Tremblant, el senador del PRD, Marcos Carlos Cruz Martínez, expuso que al principio se informó que el Comando del Norte coordinaría a Canadá y México. “Ahora se maneja que es una organización interna de las fuerzas norteamericanas que incluye, no sólo a esos tres países, sino a algunos del Caribe y las zonas marítimas contiguas del Atlántico y el Pacífico, hasta una distancia mínima de 500 millas”. Desde Québec, ese mayo del 2002 la delegación de parlamentarios mexicanos anunció que no aceptaría ninguna intervención en asuntos militares con otras naciones. "El tema del Comando Norte ha generado una gran polémica en el país y un gran rechazo a que México pudiera aceptar algún tipo de intervención de tropas de los Estados Unidos" señaló Silvia Hernández. Tres años después, y de nuevo sin la revisión del Senado de la República, se dio el paso irreversible hacia la pertenencia de México en el NorthCom, ocurrió el 23 de marzo en Waco, Texas, cuando se firmó la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad para América del Norte (ASPAN) entre Canadá, Estados Unidos y el gobierno de Vicente Fox. La consumación Aunque geopolítica e históricamente México pertenece a la plataforma de seguridad y doctrina militar estadounidense, tras los atentados del 11-S, existió la percepción en el sector militar estadounidense, de que aparentemente la Sedena no mostraba interés en tratar con el Departamento de Defensa de Estados Unidos a través del NorthCom. Tradicionalmente, la Sedena y el Ejército canadiense trataban directamente con la Secretaría de Defensa de Estados Unidos. Tras el 11-S, el aparato de defensa canadiense se vinculó al Comando Norte, y al parecer, el Ejército mexicano continúa con el vínculo tradicional. William Arkin, analista de los militares para el Los Ángeles Times escribió en su columna del 23 de noviembre, que el Comando del Norte "ya funciona bajo la autoridad de las ‘actividades extraordinarias', las cuales son de largo alcance –y advirtió que- ello incluye la activación de toda una serie de actividades de espionaje en contra del pueblo de Estados Unidos”. Esa fue la única confirmación de que el cuerpo castrense trigubernamental, habría engullido la independencia de las fuerzas militares de México. Secrecía castrense Pedro Iznardo, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, define al Comando del Norte como una iniciativa unilateral del ejecutivo estadounidense, en el continente americano para construir un espacio geopolítico de defensa mutua, ante amenazas no convencionales (terrorismo y narcotráfico). Esas iniciativas militares, no pasaron por el respaldo del legislativo estadounidense, básicamente, el secretario de Defensa, firmó las propuestas. Con la alineación de los países latinoamericanos a su estrategia antiterrorista, bajo una dirigencia coordinada de los secretarios de la defensa nacional, Estados Unidos apeló al precedente del Comando del Norte: un acuerdo que firmó con Canadá hace diez años para proteger la región a partir del Comando Sur. Este cuerpo protege la zona en el plano comercial, de vigilancia fronteriza y colaboración tecnológica e informativa al coordinar también los servicios de espionaje e inteligencia de los países involucrados. Con ese espíritu, afirma el investigador, nació la Alianza para la Seguridad para la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), una iniciativa de geoeconomía, cuya diferencia con el Comando del Norte es su carácter más gubernamental referida a criterios de política de crecimiento y desarrollo económico-tecnológico, mientras que el Comando, tiene raigambre castrense. La ASPAN, es una figura retórica que involucra a todos los gabinetes, por ejemplo: el gabinete social y económico; en el mejor de los casos de Ciencia y Tecnología. En cambio, la iniciativa del Comando del Norte se centra sustancialmente en la vigilancia y la coordinación bajo el auspicio de la Secretaría de la Defensa estadounidense. Al no existir suficiente información del gobierno mexicano sobre la participación de las fuerzas armadas en ese comando, Iznardo aprecia que la cooperación se mantiene en bajo perfil, por la tradición de no intervención de México cuya política exterior es defensiva y con una visión de seguridad nacional sustancialmente distinta a la de Estados Unidos. “Creo que la cooperación se ha dado fundamentalmente en materia de capacitación e intercambio de tecnología (o compra-venta de ella), cooperación en inteligencia disuasiva de potenciales incursiones de potenciales terroristas en territorio mexicano y de mantener relaciones diplomáticas de primer nivel en las cúpulas militares de ambos países” evalúa el académico. La secrecía oficial sobre el tema obliga a Iznardo a pensar en que se trata de prudencia política, porque tras la ausencia de una postura mexicana totalmente favorable a la política antiterrorista de la administración de Bush, tal vez el Senado no quiere generar una vertiente de conflictividad semejante a la del fenómeno migratorio. “Están dadas las condiciones para que el Senado mexicano asuma una postura más crítica, más vigilante y más disuasiva de ese tipo de iniciativas para que no se mantengan en secrecía absoluta”, por lo que el especialista recomienda que las instancias legislativas del país exijan que, incluso de manera confidencial, se les informe de la cooperación y compromisos en las cúpulas civiles y castrenses entre ambas naciones. Finalmente, el especialista prevé que el próximo gobierno de la República tendrá una política antiterrorista más cercana a los intereses de la diplomacia y estratégicos de Washington, que a los de México, pues tanto la ASPAN como el Comando del Norte, buscan alinear a México a intereses geopolíticos ajenos. “El país tiene otras prioridades estratégicas en el ámbito de la seguridad nacional, y al hacer esto a nivel presidencial, asume lo más cerca posible prioridades ajenas, buscando no dañar sus propios intereses estratégicos internos. Es un equilibrio complejo, difícil”, estimó. Proyecto hemisférico Carlos Montemayor, estudioso de los movimientos armados en México, observa que la creación del Comando del Norte es un proyecto hemisférico de protección del territorio estadounidense “por el que echa mano de toda estructura continental (el muro fronterizo incluido) para reafirmar el sometimiento de nuestros países o de nuestro hemisferio a los controles militares de Estados Unidos”. De esa manera, el control militar de la superpotencia es mucho más amplio que un simple proceso de militarización, refiere Montemayor, quien recuerda que desde los años 90’s, a través del Comando Sur se elaboró un proyecto de transformación de las fuerzas armadas continentales y convirtiéndolas prácticamente en “fuerzas de apoyo o complementarios a los ejércitos latinoamericanos, a los que se les diseñaron actividades no propiamente castrenses sino policíacas, la diferencia de la conformación estrictamente militar del ejército de Estados Unidos”. Montemayor observa un claro proceso entre 1989-1994, cuando se delinearon estas medidas, y México se sometía a los principios económicos de la globalización. “Eso implica también el sometimiento de nuestras fronteras, de nuestros cuerpos policíacos o de los cuerpos militares, a los principios y finalidades de ese país”. Preocupan problemas de México Adalberto Santana, investigador de la UNAM, experto en asuntos latinoamericanos y de narcotráfico, refiere que el Fact Book de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), señaló el impacto en los problemas de México en su seguridad nacional, pues nuestro territorio está dentro de su ámbito de seguridad nacional. “Le preocupan la sequía, el crecimiento demográfico, la corrupción, el rezago en la infraestructura, la creciente emigración hacia Estados Unidos y el narcotráfico, entre otros. Por ello, Washington visualiza medidas preventivas no sólo para México, sino para los países de la región con una política en que los órganos de represión (policías, ejércitos, contingentes militares y organismos de seguridad internos) deben estar dentro de su lógica de política global”, señala Santana. En esa lógica de prevenir y frenar políticas de agresión contra su territorio, el gobierno estadounidense articula tratados, acuerdos o planes militares de acuerdo a lo que ocurre en diversos países de América Latina. Para Santana, la inestabilidad política en México significa un problema para la seguridad estadounidense, fundamentalmente por el flujo migratorio. Ahora, los enemigos de la seguridad de Estados Unidos, son aquellos que no son anglosajones. Como afirma Samuel Huntington, quien habla de la amenaza hispana, el mundo musulmán o el del terrorismo, “pero el mejor caso de la doble moral de este discurso, es que da asilo y protección a Posada Carriles, un connotado terrorista de la CIA”. Anticipa el catedrático, que Felipe Calderón, entra en una situación de debilidad frente a la política estadounidense, por la crisis interna y una política exterior débil que mantuvo su antecesor con respecto a Estados Unidos, mientras que en América Latina se mantiene un discurso más nacionalista. Recuadro Militarizar a las policías En América Latina opera el Comando del Norte (SouthCom).Su misión es militarizar a las policías de países sudamericanos, a través de programas como el de Financiamiento Militar Foráneo, y el de Entrenamiento Militar y Educación (IMET) del Pentágono. Así lo reveló un estudio del Congreso Norteamericano de América Latina (NACLA), titulado “Soterrada militarización en las Américas” (2004), que destacó el incremento de ayuda militar en el entrenamiento de la fuerza civil por Estados Unidos. El estudio estableció que en el año fiscal del 2003, el Departamento de Defensa (Pentágono), entrenó militarmente a 22 mil 855 policías latinoamericanos, lo que representó un inusual incremento del 52 por ciento con respecto a 2002. De acuerdo con el Informe Anual de Entrenamiento Militar del gobierno estadounidense, (U.S. Government’s Annual Foreign Military Training Report), también se contempla la expansión hegemónica de la superpotencia, a través del Comando del Norte. Adam Isacson, Lisa Haugaard y Joy Olson, autores del informe, advertían que la relación militar de Estados Unidos con América Latina crece y la “guerra sobre el terror” reemplazó a la guerra fría y a la “guerra sobre las drogas”. Cuando se pensaba que la atención militar de la superpotencia se centraba en otras latitudes, nadie observó que en este hemisferio su ayuda militar ha crecido progresivamente, cita NACLA. Así, el gobierno estadounidense, a través del Pentágono continúa impulsando prácticas militares, programas y doctrina militar “confunden los roles civiles y militares, especialmente tras crear nuevas misiones militares dentro de las fronteras de los países. Esta tendencia se arraiga”, advierten los autores. El informe aseguró que el Comando del Sur tiene un creciente y desproporcionado rol en las relaciones Estados Unidos-América Latina. Así lo reflejan los 78 viajes que realizó, entre agosto del 2002 y julio del 2004, el comandante de ese cuerpo, el general James Hill a América Latina. “Un récord improbable en tiempo por ningún oficial del Departamento de Estado”, citan los autores del estudio. La periodista Dana Priest, del Washington Post, informó en su libro titulado “La Misión” (2003), que el Comando del Sur emplea a más gente en América Latina –unos mil 100- que las agencias civiles federales clave combinadas, incluyendo el Departamento de Estado, Agricultura, Comercio y Tesoro, así como la oficina del Secretario de Defensa. La lógica de trabajo del Comando del Sur y del Departamento de Defensa es definir lo que denominan “populismo radical” y las bandas criminales, como tendencias problemáticas en el hemisferio, por lo que entrenan a sus colegas uniformados para combatirlas. Sin embargo, Priest previno que “los problemas sociales no deben definirse como amenazas militares emergentes para que justifiquen una respuesta militar. Quienes toman decisiones políticas, deben reconocer las diferencias entre una fuerza policíaca –diseñada para proteger a una población a través del mínimo uso de la fuerza- y la militar, que busca derrotar al enemigo por el uso de la fuerza”. Coinciden con ella, analistas estadounidenses que advierten cómo a través del Pentágono, Washington utiliza un arma equivocada (la fuerza militar) para combatir a la delincuencia, como cuando se envía a tropas en las ciudades a luchar contra criminales comunes, lo que lleva fuertes riesgos para los derechos humanos y civiles. “En lugar de animar la hipótesis militar de los roles policíacos, los EU deberían apoyar la reforma policíaca y fortalecer a las instituciones para que estén mejor preparados para confrontar los retos a la seguridad interna”. Ayuda militar contra la economía regional En el presupuesto FY2005 de ayuda militar estadounidense, se equipara a la ayuda económica para América Latina y el Caribe. La superpotencia provee 921 millones de dólares en ayuda económica y al menos 859 millones para ayuda militar. Sin embargo, , los mayores programas de ayuda económica y humanitaria, como el de Asistencia y Desarrollo para la Sobrevivencia Infantil y su Salud, fueron reducidos al 10 y al 12 por ciento, respectivamente, desde sus niveles del FY2004, en el plan 2005 de la administración Bush. Esto continua una tendencia que aceleró en el año 2000, con la introducción del Plan Colombia de la administración Clinton, un sobrecogedor plan de ayuda militar que se renueva cada año como la Iniciativa Andina contra las Drogas regional. En 1997, por comparación, la ayuda económica fue más del doble de la ayuda militar a la región. Durante la guerra fría, el radio fue incluso mayor. NOTA APARTE. NorthCom: de Alaska a Panamá La jurisdicción que comprende esta alianza militar trinacional es colosal Gastón Pardo* La administración del PAN está sometida al diseño militar y energético estadounidense, opina Alfredo Jalife, analista crítico de los operativos geopolíticos que están emplazados en México. En la lógica de los juegos de guerra diseñados antes del 11-S, cuando Caspar Weinberger, secretario de Defensa del presidente Reagan, publicó su libro “La próxima guerra”, que esbozaban los planes militares que ejecutaría Estados Unidos contra Irán, Corea del Norte –México incluido, gobernado por la narcocracia-. Este escenario, que postula la doctrina de Paul Wolfowitz (ahora al frente del Banco Mundial), fue descrito en el artículo de la pluma de Jalife, titulado “ASPAN: la venta de México”, que critica el entreguismo de los políticos mexicanos y sus asesores de COMEXI –organismo privado de análisis de relaciones internacionales- y el ITAM hacia el neoliberalismo y la plutocracia. Al explorar la deglución de México por el Comando Norte (NorthCom), el entrevistado observó que, "en materia de seguridad, la nueva obsesión de Estados Unidos pasó del malogrado ’combate a las drogas’ al frustrado ’combate contra el terrorismo global’ y propone un ’perímetro común (sic) de seguridad para 2010’, en el que estaría incluido México en ese comando. El geopolitólogo reveló que el 12 de septiembre pasado, tuvo lugar en Banff Springs, Canadá, una reunión secreta entre delegaciones de México, Canadá y Estados Unidos, éste país con 31 miembros al más alto nivel que contrastó con los 18 asistentes de nuestro país y del más bajo nivel y sin ningún militar. Canadá, estuvo representado por 32 miembros de alto nivel (entre ellos cuatro militares). En esa reunión secreta, se tomaron acuerdos secretos a espaldas de la nación, denunció contundente Jalife-Rahme, si bien entonces, la Red Voltaire informó que como "negociador" participó por México un representante de la secretaría de Seguridad Pública. El antecedente de estos acuerdos secretos, afirmó Jalife, se remonta al mercantilismo primigenio del Tratado de Libre comercio de América del Norte (TLC) de hace 14 años, conocido como "el espíritu de Houston", que marcó el expansionismo globalizador estadounidense. Esa etapa se superó por la fase hipermilitarista bushiana posterior al 11 de septiembre que se tradujo en la colosal capacidad de gestión que tuvo en Banff Springs la presencia de la petrolera Chevron frente a asistentes como el almirante Tim Keating, comandante del Comando-Norte (NorthCom); George Miller, director del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (de investigaciones nucleares) y Ronald F. Lehman II, director de investigaciones del mismo laboratorio nuclear Livermore. En la reunión de septiembre, también estuvieron James Schlesinger, ex secretario de Defensa y Energía; William Perry, codirector de Defensa Preventiva; James Woolsey, anterior director de la CIA y actual vicepresidente de Booz Allen Hamilton (considerada con la consultora McKinsey, al servicio de la CIA); el mayor general Mark Volcheff, director de Planes, Política y Estrategia del NorthCom; teniente general Gene Renuart, alto militar de la fuerza aérea y asistente personal de Rumsfeld, entre otros. “Nadie de la delegación mexicana, posee la comprensión estratégica militar ni las credenciales científico-nucleares de los representantes estadounidense”. Tal desventaja no augura nada bueno, toda vez que ahora la dimensión desde la cual se prepara el dominio de los energéticos mexicanos, contempla el uso militar. Y a Banff Springs, no acudió ninguno mexicano. *periodista mexicano que trabaja en la francesa Red Voltaire

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Wow... Ni que opinar, tantos datos, tantas preguntas, tantos intereses...
Lo unico que se es que México no es el pobrecito país que todos creen que es...

juan dijo...

Como de película triller. EU se prepara para hacer ajustes a este (siento al decirlo) endeble mexico, para asegurar que no existan levantamientos para el 2010 en adelante. Asegurar el sometimiento de los líderes mexicanos a cambio de $ y favores y terminar de exprimir los recursos del país como una de las estrategias para regular su economía, todo eso ya se tiene por entendido.